viernes, 22 de mayo de 2015

Amigos y enemigos

Hay una frase que gustaba especialmente a Steve Jobs (el de Apple) y que me lleva a una reflexión especial esta mañana.
"Stay Hungry, Stay Foolish". Así cerraba su existencia una revista, referente en los años de la contracultura en los EEUU y que Jobs siguió con enorme interés. Se trataba de "The Whole Earth Catalog", una suerte de revista  y catálogo de productos publicado por Stewart Brand entre 1968 y 1972, y ocasionalmente hasta 1998. La revista, sus ensayos y artículos, eran una fuente de información de especial interés para aquellos jóvenes que buscaban esa revelación tan en boga en los últimos años 60 y los primeros 70. Ademas, hacia algo que internet ha sacado a patadas de las publicaciones en papel; se centraba principalmente en los análisis de productos.

En su ultimo numero, en aquel año 72, su editor terminaba con este "seguid hambrientos, seguid alocados" que dejaba pendiente gran parte de la revolución que la contracultura significó para la sociedad norteamericana y para parte de la europea. Es una cita importante, porque desde mi punto de vista se sitúa justo enfrente del actual escenario de continuismo y falta de valor; es la frase que obliga al cambio

"Seguir hambrientos, seguid alocados". No se que tiene de especial hacer lo mismo para intentar cambiar algo. Por un lado tenemos una tendencia clara; el mercado del vino en España ha perdido la friolera de 10 millones de litros de consumo interior en 25 años, de modo lento pero inexorable. En compensación, nos dicen las autoridades, se ha vendido mucho mas vino al mundo. Y eso es cierto. Las exportaciones de vino desde España significaron 22,56 millones de litros el ultimo año. Somos el país que mas vino exporta. Poca broma.

Lo triste empieza al ver el reverso económico del dato; se cobró menos por ese vino que en Francia e Italia. No un poco menos, no. Un mundo menos.

España vendió cada litro de vino exportado a unos lamentables 1,1€/L, muy lejos de los 5,37€/L que se pagó por cada litro de vino exportado desde Francia. Es, ademas, un 4,6% menos de lo que se ganó vendiendo vino al exterior desde España en 2013. Y es, también hay que decirlo, el fruto mas destacado a años de despilfarro de dinero publico en acciones inútiles, vanas y nada estudiadas para vender al mundo el vino español en base a una inexistente calidad. Y esto es así, me temo, porque hay mucha gente, muchísima, que lleva muchos años haciendo sistemáticamente las mismas cosas para lograr resultados diferentes a los actuales. Y esta nunca, jamas, será la manera para salir del hoyo. Cavar nunca es la forma de salir del hoyo.

Hay una brecha abierta. Una brecha real en el mundo del vino. Física. Esta brecha es cada día mas grande y se basa en dos hechos también reales y manifiestos. El primero, que hay personas que creen que hacer las cosas de la forma en que se han hecho desde hace años es un error y no lleva a ninguna parte (al menos a ninguna en la que se desee estar). La otra parte, la que decide, elige y manda, lleva mucho tiempo estableciendo unos mecanismos acorde a un mercado masivo, muy competitivo y basado en criterios de volumen puro, alejados de otros criterios y fundamentados en la mecanización, la manipulación y la manufacturación de un producto. Es un sector técnico, muy especializado e industrial. Y es como debe ser, ojo.


La clave está en que es, a la vez, la parte del sector que toma las decisiones genéricas para todo el sector. Y toma decisiones erróneas si uno no vende tornillería, jersey o azulejo. No son decisiones especializadas, no existe una estructura especializada que realmente promocione la calidad, la individualidad y las características especiales de los vinos en España y, vive dios, no cree ni por asomo en que hacer vino biodinámico, ecológico o simplemente responsable lleve a ninguna parte. De hecho no sabe hacerlos. No tiene mecanizados ni organizados los procesos, no cree en los principios de ese tipo de viticultura y desde la formación de sus profesionales hasta la implementación de sus métodos parte de la premisa de que hacer vino exige un enorme grado de manipulación. Y lo defiende.

Es lo que yo califico como el "Síndrome California-Davis". Los enólogos formados en la prestigiosa facultad californiana que investigaron en la osmosis inversa, la microxigenación, el uso de levaduras modificadoras para aportar gusto a barrica o aromas a platano. Ellos. Para este colectivo lo que hacen no solo está bien, sino que es imprescindible. Ellos, que después se las ven con millones y millones de litros de Pinot Noir, Chardonnay o Zinfandel de Mondavi o Heitz Wine Cellars tienen que tomar decisiones muy alejadas de las que toma mi querida Pilar para sus cinco mil litritos de Albariño y Treixadura en Sabariz. No es "otro mundo"...es otro plano del espacio-tiempo.

La clave, siempre a mi entender, está en Italia. El mercado italiano, vapuleado por escándalos desde el Brunellopoli hasta los habituales manejos de uva fuera de zona ha cambiado de manera drástica su trabajo y sus mecanismos. Esos cambios han sido profundos, han sido directos y han provocado movimiento. No se ha deshecho nada, no se ha quemado nada. Solo se tomaron decisiones diferentes para soluciones distintas.

El mercado estructura sus acciones en tres lineas, como todos: producto, promoción, distribución.
El producto es en este caso común y corriente, básico, como se podría hacer en muchos otros sitios. Ni singular ni especial, uno mas.
La promoción se basa en la saturación, la insistencia y el uso a voluntad de una red de medios de comunicación pagados. La imaginación, la innovación y el trabajo de fondo brillan por su ausencia. Por contra, las ferias masivas son el único escaparate del mercado y hasta en eso hay falta de definición; varias propuestas para un mismo fin (Fenavin, vale, pero también Alimentaria, Club de Gourmets, Peñín...)
Por ultimo, la distribución. Los mecanismos establecidos son los que son, pero hay un matiz que no es despreciable. Los distribuidores americanos, europeos, del sureste asiático, tienen muy claro que quieren y como lo quieren. Y a día de hoy el vino exportado, la mitad al menos, lo es a granel. Es un vino para lo que es y así lo percibe el mercado.

Revertir todo esto no es fácil. Implica, en primer lugar, querer. Querer revertir la situación significa que haya una mayoría clara que quiera que cambien las cosas. Después de lograr esa mayoría, habría que dejar claro a la administración que los actuales valores para medir el producto no son útiles para el momento presente. De seguido, decidir hasta que punto es viable aplicar determinada metodología a la elaboración de vinos, admitir que es inviable hacerlo para vinos masivos y explicar porque la calidad lo es, mas allá de esos métodos (suelo, uva, etc). Y ya, por ultimo, cambiar totalmente los criterios y métodos de promoción, para buscar que cada quien ocupe su nicho, medir y acoplar esfuerzos a los mercados y, por dios, modificar las maneras tradicionales de venta; fin de las ferias pagadas, fin de los "enjuagues" a "revistas especializadas" y fin de las muestras de vino a cascoporro.

Son, lo digo ya, ideas generales de alguien con un cierto conocimiento del sector desde varios puntos de vista. Son ideas, que no es poco. Ideas para evitar que un mamut descomunal siga su caída precipicio abajo, inexorable, hasta el fondo del barranco.

La revolución existe, pero es una gota en el océano amigos míos. Seguid hambrientos, seguid alocados.




Fotos: Relación de litros exportados e ingresos por países y foto del Merenzao de la polémica en Ribeira Sacra (que, por cierto, está espectacular)





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